domingo, 22 de marzo de 2009

Bogotá.

Por estos días anda circulando este material que da cuenta de lo hermosa y variada que es Bogotá, mi ciudad y la capital de Colombia. Para los que no la conocen, para los que quieren verla antes de ir y para los que la amamos y contamos los días para un próximo encuentro.


domingo, 18 de mayo de 2008

Un rinconcito boyacense con olor a nuevo

Sora en Boyacá es un pueblo nuevo. Aquí la modernidad nunca pasó de visita y entonces aún todo está por hacerse. Las tierras amplias, fértiles y coloridas se extienden hasta que se encuentran con unas montañas vestidas de acacias y eucaliptos que ofrecen sombra y un aire tan limpio que provoca guardar.

Este hombrecito, tan nuevo como su pueblo, aparte de encargarse de su propia vida, tiene a cuestas una parte del progreso de su familia y de su lugar, por eso cada mañana antes de ir a su escuela pide algo de compañía a su perro Maravilla para ir a hacer su tarea diaria.

Lo primero es ordeñar la vaca que dará leche y sustento a su casa, luego caminar hacia las montañas y revisar que todo ande bien para sus ovejas y al terminar, juguetear de un lado a otro en las tierras que lo ven crecer y que algún día serán su proyecto de vida, bien sea punta de siembra o de los sueños que llegue a plantar en ellas. En realidad, Sora le permite construir todo lo que su cabeza llegue a planear, pues aquí sólo faltan nuevas ideas para vivir más y diferentes historias.
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miércoles, 7 de mayo de 2008

De verde se viste el Caguán

Si alguna vez oyó hablar de San Vicente del Caguán, seguramente fue a través de la radio, la televisión o en la prensa. Puede que le suene a un lugar inhóspito, selvático y muy desconocido, al que quizá no tendrá muchas ganas de entrar.

Si cree que las cosas son como se las pintaron, mejor no siga leyendo. Pero si sospecha que hay algo más por descubrir, entonces avance otro poco:

Para empezar, sitúese en una ambiente deliciosamente exótico. Rodeado de selva, con paisajes inigualables y vestido de flores extrañamente elegantes. A lo mejor recuerde unas de ellas, las heliconias, esas florecitas de colores luminosos y de textura fuerte, que visten hermosos bouquets y que dan calor hasta a los más fríos espacios.

Ahora, entre ese ambiente, imagínese una ciudad mediana, de clima cálido y húmedo, llena gente trabajadora: agricultores, gente de oficinas, horticultores, floricultores, profesores, constructores y otras cientos de manos buscando ganarse un tono más justo para su región, diferente al rojo chillón que hasta ahora se le ha asignado a cuenta de la situación que a veces nos envuelve.

Luego, imagínese pasando de la selva a la ciudad y de la ciudad al río. Suponga que va por las aguas del Caguán y sienta como esa Colombia, lejana y confusa que veía en los medios, es un pedazo de tierra que no para de moverse para olvidar su época gris y lucha por sacar su mejor cara, verde selva y muy brillante, por fin a relucir.

Aquí apenas empieza la travesía.

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domingo, 4 de mayo de 2008

Azul es un punto en la tierra.

Azul ultramarino, azul turquesa, azul oscuro, azul.
Azul, azul, azul, azul.
Azul aguamarina, azul celeste, azul claro, azul.
Azul, azul, azul, azul. Azul, azul, azul, azul. Azul, azul, azul, azul.

Azul es el mar. Las nubes. Casi la brisa.
Azul es la claridad.
Azules son los sueños, la mayoría por cumplir en medio del olvido.
Azul es la lejanía. La calma y la nostalgia.
Azul es lo limpio y el olor a nuevo.
Azul es San Andrés.

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jueves, 1 de mayo de 2008

Hágale a la fritanguita! Visite Sutamarchán sumercé!

Listo. Ya está en Colombia y está preparado para comer algo típico. Está ansioso por conocer la renombrada bandeja paisa, el ajiaco, el arroz con pollo, la sopa de cuchuco, el caldo de menudencias, la changua y cuantas extrañas preparaciones más le han contado que existen.

Para empezar por lo alto y de una vez captar el contraste de sabores, busque un plato de "Fritanga" y siéntese a explorar. Se trata de una variedad de de carnes y una que otra harinita, como la papa criolla y el plátano maduro, entremezclados, luego que han sido fritos o cocinados al carbón.

El plato puede comprarse por porciones de lo que usted elija para que haga la mezcla a su antojo. Puede optar por chicharrón, costillas de cerdo, rellena, salchicha y, sobre todo, longaniza, que no es otra cosa que el nombre colonial para un delicioso embutido de carne de cerdo.

La elección de la bebida para bajar esta comilona, no hay que pensarla mucho. Para la muestra la lista de descarte: Primero, no hay riesgo de mezclar lo típico y natural con un sabor traído de otras tierras, así que las bebidas extranjeras tipo coca-cola, pepsi-cola o cualquier cola, salen de la lista. Segundo, no se puede optar por el agua, pues bien sabido es que con la grasita no se llevan muy bien. Y tercero, un jugo de frutas ni de riesgo, pues sería demasiado light para la ocasión.

Por todo esto, es que las alternativas se resumen en dos: una buena cerveza patria o la soda que mejor nos identifica como nación alegre, festiva y colorá: la Colombiana.

Pero para que el contraste sea perfecto entre bebida y comida, hay una mejor opción: "el refajo", la inigualable bebida hecha con dos cervezas, una colombiana, quizá una bebida de malta para darle un toque dulzón y hasta un trago de aguardiente para ponerle emoción.

Si ya se decidió a probar todo esto, quiere sentir se colombiano al 100% o aunque sea está esperando ver exótica mezcla llamada fritanga empiece por preparar la ruta adecuada de viaje.

Aunque hay bastantes sitios buenos en toda la zona Cundiboyacense, la recomendación sin falla, para quedar feliz y no tener arrepentimientos posteriores es ir hasta Sutamarchán, en Boyacá, tierra con la mejor longaniza del país y por ende, con unas de las mejores fritangas.

Si va a este pueblo, pasará por Tunja, donde tuvo lugar nuestra famosa batalla de Boyacá, la super recomendada Villa de Leyva y otros pueblos silenciosos y muy de estilo español, como Raquirá, Samacá y Sáchica, entre más y más.

Así que cuando pueda, pásese por Boyacá, tómese una cerveza y cómase una buena porción de fritanga para llevarse o recargarse de la emoción que nos resume como colombianos. Pruebe y verá.

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viernes, 18 de abril de 2008

El vestido rojo del Magdalena Medio

El Magdalena Medio* suele vestirse de rojo, de atardecer y de tierra. Otras veces el rojo se funde con el amarillo, azul, verde y a veces, incluso, negro.

Durante algunas épocas, esta región ha tomado tonalidades oscuras debido a razones más que conocidas por sus pobladores: la diferencias ideológicas entre grupos, el afán ambicioso de otros cuantos y por supuesto, la ya longeva inequidad que afecta sin preguntar.

Contrario a esta situación, este pedazo de tierra es una de las más nutridos de color en Colombia; primero por sus paisajes, sin ninguna duda hermosos y variados así como también por el movimiento que implica el diario vivir en la zona.

Aquí el río es el motor de la vida: cada mañana los pescadores madrugan para trabajar jornadas extenuantes y largas en las que juegan a probar cómo capturar más y mejores peces para satisfacer a su comunidad. Mientras tanto, quienes conducen las chalupas, se dedican a recorrer el río de sur a norte para llevar razones y alimentos que nutran el corazón y el estómago de las familias que viven a lado y lado de las aguas.

Más allá del río, en los valles, está el ganado que se esfuerza para esconderse del incompasible sol; los mineros buscando tesoros que les garanticen una mejor vida y las petroleras que sacan su cara en una Barrancabermeja caliente y siempre congestionada.

Al atardecer, otra vez aparece el río, cuyas orillas se convierten en la zona para encontrar restaurantes, modestos y otros no tanto, en los que se hacen los refuerzos para seguir la jornada, se cierran negocios e incluso se terminan otros no muy afortunados.

Por eso, a quien llegue a este lugar, se le garantiza conocer el color de la selva, el bosque y el cemento integrados. Pero también, y más importante, descubrir los verdaderos colombianos, que recorren valles y montañas para sacar un día adelante, que se enfrentan a los caprichos de la naturaleza con tal de subsistir y que al final del día descansan, mientras reflejan la luz de su tierra, que no es otra más que su cara pintada por el sol de un indiscutible rojo carmín.

*La región del Magdalena Medio es conformada por los departamentos de Antioquia, Bolívar, Boyacá, Caldas, Cesar, Cundinamarca, Santander, solamente en la parte que cada uno es tocada por el amplio río Magdalena.
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miércoles, 2 de abril de 2008

Sora: corazón de piedra y traje de lana

No se trata de una capilla, tampoco una majestuosa catedral, es una modesta iglesia que abraza a Sora. El corazón de este lugar está hecho de reliquias religiosas muy bien guardadas que contrastan con su fachada en piedra.

Pero la verdadera magia del lugar está en dos pequeñas barreras construidas a partir de cientos de fósiles encontrados en la región, que parecen abrazar a todo aquel que llegue al pueblo, como si con este gesto el pueblo contara su historia, sus años de vida, su tiempo de existencia allí en silencio, oculto.

La iglesia, todavía sin competencia de otros dioses u otras reglas de vida para irse feliz más allá de la vida, es el foco del pueblo. Cada domingo, ahí se encuentran los soranos, que sólo por ese día guardan sus desgastadas y empolvadas ropas de trabajadores del campo, para lucir sus ruanas pesadas y calientes que cubren la mejor de sus pintas.

Algunos rezan, otros se dedican a llenarse de charla con sus vecinos y compadres para poder resistir una semana más de trabajo en silencio; y muchos más negocian sus vacas, sus sembrados de arverja, papa y cebolla y claro, sus tierras mismas o hasta sus pozos de agua.

Al final, ya sin su ruana, en la tienda del pueblo todos vuelven a ser los mismos seres cansados de un día más, con sus caras coloreadas, esta vez ya no por el sol que les acompañó mientras cultivaban, sino por el recuerdo de una cerveza tibia o unos cuantos tragos de onix, bien anisado. A su salud sumercé!
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jueves, 20 de marzo de 2008

La tierra de los adoradores del diablo queda en Boyacá

Silencio es la mejor palabra que caracteriza este lugar. Se trata de un pueblo pequeño, casi de juguete, donde nadie sabe cómo llegar, ni cómo salir; una especie de Comala dispuesta para muchos, pero conocida sólo por unos pocos a quienes una casualidad los llevó hasta allí.

Mi bisabuela nació en esta tierra, pero estuvo allí hasta su juventud, pues mi bisabuelo la raptó para que se fueran a vivir a una Bogotá que a principios de siglo XX ya prometía convertirse en ruidosa y congestionada. Sin embargo, esta nueva pareja mantuvo sus tierras en el pueblo y, hoy por hoy, éstas se han convertido en la herencia y el destino vacacional exótico para todos los que somos sus descendientes, amigos o visitantes curiosos ansiosos de destinos vírgenes.

Sora en lenguage chibcha quiere decir: "Adoradores del diablo" y aunque mis bisabuelos nunca mencionaron algo especialmente extraño, a excepción de un par de historias, podría asegurar que el lugar guarda una energía extraña que algunas veces encanta y otras sólo deja pensando.

Este pueblo se ubica en Boyacá, justo en la mitad de la carretera que conduce de Tunja a Villa de Leyva, la misma que es tan transitada por cientos de turistas cada diciembre para el día de las luces o en agosto, para el festival de cometas.

Sin embargo, pocos saben que con un desvío de diez minutos por esa misma carretera se encontrarán con un paisaje típico campesino: una iglesia que parece abrazar todo el pueblo con sus brazos adornados con fósiles encontrados en el mismo lugar, una plazoleta colorida y ordenada, y un buen número de casitas humildes y hermosas, todo bajo una energía especial que pareciera guardar un antiguo secreto.

Para completar el cuadro, montañas verdes y naranjas rodean el espacio, una quebrada silenciosa lo atraviesa y da vida a los kilómetros de tierra con sembrados de cebolla y arverja, y una que otra casita de adobe abandonada lo adorna y sirve de establo para las vacas que se dedican a producir una parte del sustento de toda una familia sorana.

Llegar a Sora es más sencillo de lo que parece. La mejor ruta es ir hasta Tunja y de ahí tomar la vía hacia Villa de Leyva, para luego desviar justo en la entrada hacia el municipio de Cucaita, el resto, es sólo seguir la señalización de la carretera recta por sólo diez minutos. Aquí el mapa para mayor claridad en la ubicación:

Boyacá en Colombia


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Sora en Boyacá


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